2008/07/08

La maravillosa doma del lobo estepario

Una variedad de sentimientos excitó dentro de mi esta inscripción: toda clase de angustas y de violencias de mi vida anterior, de la abandonada realidad, me oprimieron el corazón.
Con la mano temblorosa abrí la puerta y entré en una barraca de feria: allí vi una verja de hierro que me serparaba del mísero escenario. Y en éste estaba un domador, un hombre de bigote grande, los brazos de abultados músculos y el traje de circo, se me parecía a mi mismo de un modo muy ladino y antipático. Este hombre forzudo conducía -espectáculo deplorable- de una cadena, como a un perro, a un lobo grande, hermoso, pero terriblemente demacrado y con una mirada de esclava timidez. Y resultaba tan repulsivo como interesante, tan feo y a la vez tan íntimamte divertido, ver a este hombre brutal presentar a la noble fiera, y al propio tiempo tan ignominiosamente sumisa, en una serie de trucos y escenas sensacionales.
El hombre aquel, mi maldita caricatura, había amaestrado a su lobo ciertamente de una manera portentosa. El animal obedecía dócilmente a toda orden, como un perro reaccionaba a todo grito y zumbido del látigo, caía de rodillas, se hacía el muerto, imitaba a las personas, llevaba en sus fauces, obediente y grasioso, un panecillo, un hevo, un pedazo de carne, una cestita; es más, tenía que tomarle del suelo el látigo que el domador había dejado caer y llevárselo en la boca, moviendo el ravo a la par con una zalamería insoportable. Le pusieron delante un conejo y luego un cordero blanco, y aunque es verdad que enseñaba los dientes y se le caía la baba con ávido temblor, no osó, sin embargo, tocar a ninguno de los animales, sino que a la voz de mando saltaba con elegante destreza por encima de ellos, que temblorosos estaban agazapados en el suelo, y hasta se echó entre el conejo y el cordero, abrazó a ambos con las patas de delante, formando con ellos un tierno grupo de familia. Y , ademñas, comía de la mano del hombre una tableta de chocolate.
Era una pena presenciar hasta qué grado tan fantástico este lobo había aprendido a renegar de su naturaleza, y con todo ello, a mí se me ponían los pelos de punta.
De este tormento fue, sin embargo, compensado el agitado espectador en la segunda parte de la represnetación.
En efecto, después de desarrollar aquel refinado programa de doma, y una vez que el domador se hubo inclinado triunfante con dulce sonrisa sobre el grupo del cordero y el lobo, se tornaron los papeles. El domador, parecido a Harry, puso de pronto su látigo en reverencia a los pies del lobo y empezó a temblar, a encogerse y a adquirir un aspecto miserable, igual que antes hiciera la bestia. Pero el lobo se relamía riendo, el pasmasmo y la hipocresía se esfumaron, su mirada brillaba, todo su cuerpo adquierió vigor y floreció en su recuperada fiereza.
Y ahora era el lobo el que ordenaba, y el hombre tenía que obedecer. A una orden cayó el hombre de rodillas; hacía el lobo, dejaba caer la lengua colgando; con los dientes empastados se arrancaba los vestidos del cuerpo. Iba marchando con dos o con cuatro pies, según lo ordenaba el lobo domador; imitaba al hombre, se hacía el muerto, dejaba al lobo que cabalgara encima de él, iba detrás llevándole el látigo. Servil, inteligente, acomodaba sufantasía a toda humillación y a toda perversidad.
Una hermosa muchacha vino a escena, se acercó al hombre domesticado, acarició su barbilla, puso su cara junto a la de él, pero éste continuaba a cuatro patas, seguía siendo bestia; movió la cabeza y empezó a enseñarle los dientes a la hermosa muchacha, tan amenazador y lobuno, que al final ella huyó. Le trajeron chcolate, que despectivamente olisqueó y tiró a un lado.
Y, al final, volvieron a sacar al cordero blanco y al conejo gordo y con manchas albas, y el dócil hombre dio de sí todo lo que sabía y representó el papel de lobo que era un encanto. Con los dedos y con los dientes agarró a los animalitos que no cesaban de chillar, les sacó tiras de pellejo y de carne, masticó, haciendo muecas, su carne viva, y bebió con delectación, ebrio y cerrando los ojos de gusto, su sangre caliente.

1 comments:

simplemente Camila dijo...

Sin dudas somos pocos los que leemos este tipo de literatura. Aparte, hay menos quienes se las aguantan. Todavía me disputo si estoy o no en ese grupo.
Seguiré dando vueltas por acá.