2007/08/06

Bueno que se yo

Cuando la mente está en silencio, el pensamiento se detiene. Cuando el pensamiento se detiene, todas las mentiras se diluyen. Entonces queda al descubierto la Verdad.

Aquel al que algo le importa no puede refrenar la marea de los pensamientos que se agita, turbulenta y rugiente, en su mente.
Una y otra vez la atención vuelve hacia lo que le importa, hacia lo que desea y teme, produciéndole gran conmoción y gran angustia.
La mente se dispersa, el balance se rompe, y el incauto pierde el control de sus actos y de su destino. Las intenciones que se manifiestan en ese estado suelen fracasar.

Aquel al que, en cambio, nada le importa, no ocupa su atención en otra cosa que en el instante. Para ese la marea de la mente se vuelve apacible y armoniosa, porque no hay violencia en sus pensamientos.
En el instante no existe nada excepto lo que es real. No hay frustración, miedo o angustia en el instante. Solo la paz. Solo el Poder. Todas las intenciones que se manifiestan en este estado son sagradas y están destinadas a fructificar en abundancia.

Nunca verdaderamente importa.
Nada.
De nada.
Jamás.
En serio.
Jamás.